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Manifestación Madrid.

Manifestación 15m

Centro de Madrid, los manifestantes preparan sus asambleas.

A mano armada en Estambul

Dias de manifestación interna y externa, analizamos las ideas de los manifestantes a través de varias entrevistas.

lunes, 27 de enero de 2014

Gran victoria de los trabajadores de limpieza viaria y jardinería de Madrid

El 17 de noviembre de 2013 finalizó la huelga indefinida de los trabajadores de limpieza viaria y jardinería de Madrid. “Sí se puede, sí se puede”, es lo que coreaban los trabajadores que se concentraban en la sede de la Inspección de Trabajo al conocer el acuerdo alcanzado entre sindicatos y empresas. En él se contempla un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) de 45 días, por el que durante los próximos cuatro años, cada uno de los trabajadores dejará su empleo durante este periodo y cobrará el 75% de su salario del INEM y el otro 25% lo asumirá la empresa, también se pactaron bajas incentivadas y prejubilaciones. A cambio las empresas se comprometían a no realizar despidos ni “rebajas salariales”. Así, se ponía fin a un conflicto que ha puesto patas arriba la capital durante 13 días pero para entender las claves de este, invito a que nos retrotraigamos en el tiempo…

Cogemos el autobús 119 en la Calle General Ricardos, del madrileño barrio de Carabanchel, nos dirigimos hacia Atocha, en el vehículo nos acompañan, a parte de los habituales ancianos de avanzada edad que suelen regentar el transporte público; una importante cuadrilla de hombres y mujeres ataviados con un mono fosforescente  en el que se puede leer la palabra “limpieza”. Entre ellos charlan, debaten, bromean…

-En esta huelga se va a liar, la Botella no sabe en la que se ha metido-afirma uno de ellos.

-Sí, pues los cabrones de Comisiones bien que no hicieron nada cuando despidieron este verano a mi hermano-salta otro con un tono más exaltado.

-Venga Manuel, si ya sabemos de qué pie cojean-interviene otro compañero en tono conciliador para aplacar los ánimos.-Pero en esta estamos pringados todos, y ahora o nos salvamos todos o Rajoy al río-lo que provoca que se desencadene una sonora carcajada entre sus colegas y el resto de pasajeros que estamos a su alrededor.

-¡Al río sí que lo echaba yo, pero para ahogarle!-irrumpe una de las mujeres.

            Nos bajamos del autobús, son las 18h del 4 de noviembre de 2013, Atocha es el punto geográfico que dará el pistoletazo de salida a una manifestación que anuncia el comienzo de la huelga esa misma noche. El ambiente, a parte de lo caldeado que estaba por el hecho de estar jugándose el puesto de trabajo; era casi festivo, la gente esbozaba sonrisas porque aquellos que habitualmente comparten su tiempo para limpiar las calles y arreglar los jardines de una ciudad tan inmensa como Madrid, hoy lo hacían para demandar eso mismo, que todos continuaran trabajando. Las bocinas resonaban, los petardos estallaban por todos lados, mientras algunos se afanaban en cruzar contenedores en medio de la calle y quemarlos con la basura que horas antes habían recogido ellos mismos. Otros, en una imagen muy representativa de lo que es la pérdida del puesto de trabajo; se quitaban su uniforme y lo echaban a las hogueras que alumbraban a los manifestantes, dado que las farolas aún no se habían encendido en aquella tarde otoñal en la que ya estaba todo oscuro.

            La manifestación discurrió sin mayores incidentes, excepto cuando algunos comerciantes y vecinos de la calle Atocha intentaban apagar las hogueras, momento en el que se producían enfrentamientos verbales, y no tan verbales; entre los trabajadores y los improvisados bomberos. “¡Huelga!¡huelga!¡huelga general!”, “si esto no se arregla, Madrid lleno de mierda”, “Botella quién te ha votado, dime quién te ha votado”, estas y otras eran la consignas que se coreaban a lo largo y ancho de la manifestación. Llegando ya a la Puerta del Sol, se vislumbran dos piras inmensas, una al final de la calle Carretas y otra en el centro de la plaza, algunos residentes de la calle Carretas trataban de apagar las fogatas desde los balcones con cubos de agua, lo que provocó reproches de los trabajadores y cruces de palabras a “grito pelao” entre unos y otros, hasta que uno de los operarios nos informa de que “ya han subido un par de compañeros a explicárselo”.

            Esa misma noche charlamos con algunos de los barrenderos y jardineros, les preguntamos por el análisis de la situación, sobre las perspectivas de la huelga, las posiciones de las partes implicadas, cómo se iban a desarrollar y planificar asuntos tales como piquetes, nuevas manifestaciones, negociaciones… Uno de ellos, Rafael García nos pone al día, dice que se había recurrido a la huelga indefinida ante la propuesta de las empresas concesionarias del servicio de limpieza y jardinería, de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectaba a 1.134 trabajadores e implicaba rebajas salariales con cifras que rondaban entre el 30 y el 40%.

            Rafael es un chico joven de entre unos 25 y 30 años, rubio con los ojos claros, barba de 3 o 4 días, nos cuenta que a pesar de que ha “estado trabajando una temporada de barrendero, hoy estoy aquí apoyando a mis compañeros, ahora estoy en paro y estudiando Políticas en la Complutense”. Cuenta que en los piquetes, los trabajadores se dividirán en función de los diferentes cantones (sedes y almacenes que hay repartidos por Madrid de los que salen los trabajadores de limpieza viaria y jardinería), nos dice que “esta huelga no solo es por el ERE planteado, si no también por los 350 compañeros que no fueron subrogados en agosto cuando se adjudicó el nuevo contrato de limpieza a las diferentes concesionarias”. Le pedimos el móvil para estar en contacto y quedar para hacer el seguimiento de la huelga, piquetes, asambleas…

            Es el 8 de noviembre, hemos quedado Rafael a media noche en el cantón de la calle María Odiaga esquina con Padre Amigo, se da es curioso caso de que éste tiene en frente una comisaría de policía. Pese a su emplazamiento, la calle está tomada por alrededor de unos 40 trabajadores, lo primero que delata lo anormal de la situación son unos contenedores volcados ardiendo, lo segundo es la suciedad de las calles colindantes y la propia María Odiaga. Nos abrimos paso hasta el punto de encuentro entre restos de comida, mondaduras de fruta podrida y tiras de papel; saludamos a Rafael, le decimos que si podemos hablar con algún trabajador, afirma que sí y llama a un tal Pepe.

            Ante nosotros se nos presenta José Hernández, un conductor de camiones de la limpieza, de mediana edad, alto, de pelo cano, de sonrisa amarillenta por el tabaco, un poco gordo y afiliado a Comisiones Obreras. Cuando le preguntamos que qué pretenden los barrenderos y jardineros con esta huelga, a parte de mantener su puesto; que nosotros como estudiantes tratamos de ofrecernos como medio de comunicación al margen de la manipulación mediática que suele darse entre los medios convencionales en lo referente a las huelgas, a lo que nos contesta que “yo tengo 53 años, a los dos años mi madre me puso pantalones, así que llevo 51 años vistiendo por los pies y es muy difícil que alguien me líe”. A continuación,  relata que “esto es una huelga política, como todas las huelgas, contra unas medidas de destrucción de empleo promovidas desde el ayuntamiento, por lo tanto con esta huelga buscamos, en cierta medida concienciar a la gente para que voten a quien tiene que votar, ante esta alcaldesa impuesta”. Más tarde, comenta que esa misma noche ha dejado a sus dos hijas en casa con su mujer para poder estar en el piquete, también ilustra con ejemplos en lo que se traducen las rebajas salariales. Él pasaría de ganar 1.500€/mes en un turno de noche con 13 años de antigüedad, a ganar 900€, los compañeros de mañana tendrían un sueldo de unos 750-800€; y los de fines de semana y festivos su jornal se quedarían en unos raquíticos 350€.


            En los próximos días se suceden las negociaciones entre sindicatos y empresa, la huelga adquiere protagonismo en los telediarios, sobretodo por la lamentable situación de las calles menos céntricas, con basura acumulada alrededor de los contenedores, se abre una cuenta bancaria como caja de resistencia para paliar los efectos de la huelga sobre los trabajadores. Las empresas no quieren dar cifras del seguimiento y piden que se cumplan los servicios mínimos, algo denunciado como abusivo por los sindicatos, que cifran el seguimiento en el 100%, en las tertulias de la derecha mediática se insta al ayuntamiento para que se empleé al ejército para limpiar las calles de Madrid, finalmente el 13 de noviembre la alcaldesa amenaza con acudir a la empresa pública Tragsa (de ERE también) para cubrir los servicios mínimos.


            El 15 de noviembre, aproximadamente a las 12h de la mañana, decidimos desplazarnos a Vallecas, el piquete ha salido del Camino de las Hormigueras, nos incorporamos a él en la Avenida de la Albufera a la altura de la parada de Metro Portazgo. Los trabajadores con sus atronadoras bocinas hacen su aparición en la vida cotidiana de este barrio obrero, escoltados por cuatro furgones de la policía. Pero esto es Vallecas, aquello es el mundo al revés, lejos de enfadarse; los vecinos salen a felicitarlos desde las ventanas, pitan con los coches a su paso, sacan el puño por las ventanillas en señal de apoyo y la gente que espera en las paradas de los autobuses les aplaude. Una vez transitado un buen tramo, a la altura de la parada de Pacífico se empieza a comunicar que ese mismo sábado 16 tendrá lugar una negociación más entre sindicatos y empresa.

La lucha de las trabajadoras de limpieza de la UCM

El pasado curso, por estas fechas,  nos encontrábamos ante una propuesta de ERTE por parte de SOLDENE y una propuesta de rebaja salarial planteada por la dirección de CLECE. Ambas intentaban laminar las condiciones laborales de los trabajadores de limpieza, aumentando los beneficios de la empresa. A pesar de los ataques por parte de los medios de comunicación , de los ataques al derecho de huelga por parte de CLECE y de la falta de apoyo por parte del Rectorado; la huelga convocada en abril fue una victoria. Una victoria que permitió demostrar la fuerza de la clase obrera ante el robo que planteaba la empresa. En SOLDENE los trabajadores consiguieron parar el ERTE, aunque muchos tuvieron que ceder el 20% del salario.Pero, como explicamos en todas las luchas que están llevando, cualquier tipo de negociación no supone un freno para los empresarios. Por esta misma razón las dos empresas contraatacaron en Agosto con 6 despidos por parte de CLECE y ahora se plantean 10 despidos en el lote 4 dirigido por SOLDENE. Lo que se demostró el pasado curso es que SÍ SE PUEDE parar los ataques e incluso conseguir más reivindicaciones con la lucha. Los estudiantes conseguimos retrasar la aplicación de la LOMCE y que no se aprobara la reforma para la universidad. La lucha de la PAH ha conseguido que se visualice una tragedia como la de los desahucios, que tanto la banca como los grandes tertulianos desprecian. Siempre hemos defendido la unidad entre los estudiantes y los trabajadores. Nosotros mismos seremos futuros trabajadores y no queremos que la destrucción de las condiciones laborales ahora las suframos el día de mañana. Por eso pensamos que es mejor pelear el presente para poder mejorar el mañana.

Con la lucha del encierro del Rectorado también se vio como esa unidad también se concreta en la Universidad. Durante el encierro, el Rectorado alegó “no tener dinero” para sufragar unas becas de urgencia evitando así la expulsión de los estudiantes. Sí, es cierto que la administración hace tiempo que no paga a la Universidad. Pero también es cierto que el Rectorado ha alimentado a las concesiones privadas con ingentes cantidades de dinero. Mientras que las empresas de limpieza, el año pasado, cobraron 13 millones de euros; los salarios de los trabajadores no llegaban a los 1000€.

Generalmente nos hemos orientado a los sindicatos más representativos ya que en ellos se organiza el mayor número de trabajadores. Planteamos que COBAS, con la representación de la mayoría de los lotes, ha de llevar una acción conjunta con CLECE forzando a la readmisión del 100% de los compañeros en las condiciones del convenio complutense.

lunes, 13 de enero de 2014

La Ley LOMCE

Los cambios más importantes que introducirá la LOMCE en el sistema educativo español según el proyecto presentado por el gobierno son los siguientes:


  • Pruebas externas de evaluación (o "reválidas"): Al finalizar cada etapa educativa los alumnos serán evaluados mediante unas pruebas externas, que en la ESO y en el Bachillerato tendrán el carácter de las antiguas "reválidas" pues si no las superan los alumnos no podrán pasar a la etapa siguiente —la prueba al final de la primaria tendrá, en cambio, sólo valor "orientativo"—. Con ello, según el proyecto, se pretende, además de valorar externamente la eficiencia del sistema, «fomentar la competitividad y la cultura del esfuerzo». La prueba final del Bachillerato sustituye a la selectividad, aunque cada universidad o facultad puede elaborar una prueba de acceso propia, por lo que el alumno en ese caso tendrá que superar dos exámenes para poder entrar en ellas. El alumno que suspenda la "reválida" del final del Bachillerato tendrá, en cambio, la opción de acceder a la Formación Profesional de grado superior.1
  • Itinerarios en el segundo ciclo de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO): En 3º de ESO los alumnos tendrán que elegir entre dos itinerarios diferentes, uno conducente a la Formación Profesional y otro al Bachillerato. Se adelanta, pues, un curso el momento de tomar esa decisión que la LOE situaba en 4º de ESO. Así, por ejemplo, los dos niveles de Matemáticas A y B se empezarán a impartir en 3º y no en 4º como hasta ahora. Otra novedad es que los alumnos que repitan 2º de ESO dos veces —un supuesto que no existe en la actualidad pues los alumnos que repiten un año promocionan automáticamente a 3º de ESO— podrán acceder a una nueva FP llamada "básica", que sustituirá a los actuales PCPI (Programas de Cualificación Profesional Inicial) y en la que los alumnos aprenderán los rudimentos de un oficio validado con un certificado del Ministerio de Trabajo. El proyecto de ley atiende a una de las críticas formuladas a esta FP "básica" y no será una vía muerta con lo que los aprobados podrán cursar FP de grado medio e incluso presentarse a la "reválida" de la ESO para obtener el título. Por otro lado, para los alumnos de 2º y 3º de la ESO que tengan dificultades para seguir el currículum ordinario se establecen los Programas de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento.

Una Crítica al Decrecimiento Utópico

En algunos círculos de la izquierda anticapitalista y libertaria, desde hace ya varios años ha surgido un nuevo concepto “económico” aparentemente, pero que vincula radicalmente todos los aspectos de la vida cotidiana, el decrecimiento.

Aunque goza de gran auditorio entre el pequeño círculo de la izquierda libertaria, como ya se ha señalado, el decrecimiento no es más (por ahora) que una corriente minoritaria de un pensamiento utópico rejuvenecido. Así dicho, suena demasiado agresiva la crítica, pero si atendemos al estudio de sus principios, que uno de los máximos defensores en España, Carlos Taibo, sostiene que son 10 básicos, podemos ver en qué peca este pensamiento de utópico irrealizable.

Casi como señalaron Marx y Engels en El Manifiesto Comunista hace ya más de 150 años, este pensamiento socialista entra dentro del círculo de los utópicos, por un lado como una reminiscencia pequeño burguesa de un anhelo de un pasado mejor, por otro como un recuerdo de aquellos burgueses filantrópicos que deseaban una vida mejor para la clase obrera. Todo ello mezclado con fuertes dosis de los restos de un anarquismo bakuninista que no alcanza a ver el grado de desarrollo de la sociedad capitalista y las alternativas a ella, y vuelve así a los vicios de un anarquismo que muchos otros ya han superado.

El decrecimiento como idea no es negativo. En un  mundo donde los recursos son finitos, su utilización para la producción sin ningún tipo de orden y control provoca situaciones verdaderamente preocupantes para la situación de nuestros ecosistemas, y situaciones horrorosas para la mayoría de la población, que ve como la brecha entre ricos y pobres es cada vez más amplia. Realmente sí que se ve como necesario abandonar esos viejos mitos de la superabundancia y la sociedad en la que no habrá más que riqueza. Tenemos que repensar, cosa extremadamente compleja, qué es, a qué nos referimos cuando hablamos de riqueza. También tenemos que señalar, acordarnos de que si bien los recursos de nuestro planeta son finitos, las formas de utilizarlos, amplificarlos o maximizarlos dependen de la inventiva y del desarrollo de la técnica humana, por lo que los límites al crecimiento, si realmente es verdad que existen, por otro lado quedan superados en el aspecto del desarrollo. La máxima se reduciría a, tenemos que producir un desarrollo más sostenible y duradero de los productos que cubren nuestras necesidades. Esto quiere decir que no por producir más, no porque nuestro PIB crezca sin parar porque aumente nuestra masa producida, nuestra sociedad va a ir mejor. Hay que disociar los términos crecimiento y desarrollo. Es una confusión muy común en la economía darlos como iguales. Para que nos hagamos una idea, el desarrollo consiste en apreciar las necesidades (no sólo las básicas, también las de ocio, entretenimiento, cultura, etc.) que hay que satisfacer, y planificar la producción en torno a ellas. El fallo actual es que el sistema capitalista sólo entiende el desarrollo como el “crecimiento” económico, y hace de este la “necesidad”. Esta necesidad puede ir completamente a la contra de las necesidades sociales, porque como hemos visto en otras ocasiones, el fin último del capitalismo es el lucro privado del capitalista.

Pero en fin, vamos a analizar algunos de los puntos que Taibo llama básicos del decrecimiento para desarrollarlo como teoría general, y así ver los puntos inconsistentes que plantea y por qué se puede incluir (tal como lo plantean muchos de los autores de tradición libertaria) dentro del socialismo utópico como ya hemos dicho. Invito a la gente a leer el libro “Decrecimientos, sobre lo que hay que cambiar en la vida cotidiana” para entender las críticas que aquí se van a plantear. También señalar antes de nada que muchas de las ideas reflejadas en el libro fallan en su conclusión, pero aciertan en el desarrollo, y el autor del blog comparte parte de la visión de los autores (el libro es colectivo, aunque el coordinador es Taibo), sobre todo la idea de que hay que mandar al museo de la historia este sistema decrépito que nos condena a la gran mayoría de la humanidad al desastre, y a nuestro planeta a la destrucción.

En los dos primeros puntos que describe Taibo hay poco que discutir. Quizás en el primero el autor peca en exceso de simplificar el proceso. Si bien es cierto que el crecimiento económico bajo el régimen económico capitalista es extremadamente destructivo, alienante, y además, envuelve al trabajador de un modo de pensar que hace pensar que trabajar más, consumir más y gastar más es lo único que podemos hacer; si bien es cierto, no podemos negar que el crecimiento económico era necesario para un momento concreto del desarrollo del género humano, y la explotación sistemática de nuestra biosfera, si bien ahora ha dado producto a cosas que debemos solucionar y a algunos problemas irreversibles, era necesaria, para llegar a un estado de desarrollo de la técnica superior. Esto último no quiere decir que fuera bueno. Lo necesario es necesario, se tiene que dar, y si no se da no hay “progreso”, o en términos marxistas, no hay proceso “creador-destructor” de las fuerzas productivas. Un viejo ejemplo dice que si te caes en un barril de ácido necesariamente te mueres, entendemos que morirse no es bueno. El desarrollo económico capitalista entendido como la necesidad de crecer como “necesidad”, era una etapa indispensable del desarrollo de nuestra historia, que ha servido para el desarrollo de la técnica, la industria etc., pero que no por ello es bueno para la sociedad.

En el segundo de los puntos Taibo nos habla de que, aunque nuestros niveles de comodidad, sanidad, educación y consumo han ido a más en las últimas décadas, los niveles de insatisfacción han aumentado. La gente no es feliz bajo el sistema capitalista. El ejemplo que pone el politólogo nos lleva a ver cómo en la sociedad americana aunque la renta per cápita ha aumentado, los americanos son a día de hoy más infelices que hace 30 años. Esto esconde varias ideas detrás, ideas que deberían hacernos desconfiar un poco. Por un lado, decir que la renta per cápita de una nación aumenta quiere decir que la media de los ingresos y bienes de una sociedad han aumentado. ¿Cómo? He ahí lo divertido, usando la sabiduría popular sabemos que si para Pepe y para Juan  había dos pollos pero Juan se come los dos, al hacer la media nos sale que tanto Juan como Pepe han comido un pollo, aunque éste último no lo haya ni olido. Con ello quiero explicar que lo mismo pasa con las rentas, que si A, trabajador, cobra 1000, y B, empresario o banquero, cobra 100.000, al hacer la renta media nos sale que tanto A como B cobran 50.500. Pero es una falacia. Porque además de todo esto, tenemos que los sectores que más infelices se declaran son sectores de las clases medias que están sufriendo un proceso de proletarización, sobre todo desde la crisis del petróleo en los 70, que provocó un receso en el nivel y calidad de vida de las décadas posteriores, que se vio claramente con el aumento de la brecha entre ricos y pobres durante los 90 y el nuevo siglo, lo que supone una redistribución de capitales de las clases trabajadoras a la clase burguesa muy elevada, sobre todo con el estallido de la burbuja de los “punto com”. El otro escondrijo que hay detrás de la idea que vierte Taibo está en que si bien los norteamericanos se muestran infelices, esto no quiere decir que lo que añoren sean tiempos pasados. Sí, añoran tiempos pasados en los que sus ingresos no se veían mermados por un nivel de vida que subía mientras los salarios se quedan estancados; añoran un tiempo mejor en el que su productividad subía y con ello su jornal, y no un tiempo donde se matan literalmente a hacer horas extras y apenas se cobran. Es decir, no añoran los tiempos pasados de los que hace gala este decrecimiento utópico, si no tiempos pasados donde sí podían consumir más fácilmente, y no en base al endeudamiento.

El tercer punto descrito por Taibo es bastante correcto, cito un extracto de él que puedo suscribir sin problemas. “Al contaminar facilitamos un doble crecimiento del PIB: el derivvado de las actividades que generan la contaminación y el que se abrirá camino, más tarde, para poner freno a ésta.” Con ello Taibo señala la idea de que el PIB como tantos otros indicadores económicos no sirve o tergiversa realmente la problemática del crecimiento y el problema ecológico.

El cuarto punto también es interesante. Por un lado Taibo señala sin error los problemas de los falsos mitos del paraíso de la superabundancia y el crecimiento sin límites. A ese respecto Sacristán ya señaló el mito escatológico del mileniarismo. No, la realidad es que la tierra es un planeta de recursos finitos, pero ello no quiere decir como en el mismo punto señala Taibo un poco más adelante, que tenemos que controlar mucho los recursos que consumimos. Por el contrario, más que controlar los recursos que consumimos, lo que tenemos que conseguir es un control más exhaustivo, racional y planificado de su utilización, y un desarrollo superior de la técnica para que con los mismos recursos, se pueda producir menos para cubrir más necesidad de la sociedad de forma más eficiente. El ser humano siempre ha sido capaz de desarrollar la técnica para emplear menos esfuerzos a la hora de producir, o colocar la producción en sitios estratégicos para que sea menos costoso. Sólo hay que fijarse en los procesos que hacían los egipcios hace miles de años en los márgenes del Nilo, o el desarrollo de las técnicas de cultivo del campo. Negar esto es negar la realidad del desarrollo del potencial humano, desarrollo que el capitalismo como sistema ha sabido llevar a más, pero de una forma completamente caótica y destructiva para la gran mayoría de la sociedad.

El quinto punto es, a mi juicio, el más discutible, discutido, y utópico reaccionario. Ya no es sólo ir contra el progreso capitalista, es ir contra todo tipo de proceso progresivo en la técnica y en la industria, una vuelta a los viejos oficios convencionales, es decir, a un pasado donde la industria no existiera y si existieran los pequeños talleres de artesanos, los viejos gremios. Es el sueño anarquista proudhoniano de la vuelta al pequeño taller que quedase colapsado por la gran industria capitalista. Esta idea tiene cuatro críticas. La primera, es que la vuelta a un mundo precapitalista (sin considerar que es profundamente reaccionario) donde reine el pequeño taller, un mundo descentralizado de las grandes urbes, y centrado en los pueblos, necesita de un proceso revolucionario altamente destructor. Las fábricas no se cierran solas, y los trabajadores no se reubican solos, y mucho menos en campos tan poco productivos (económicamente hablando) como el de “cubrir necesidades sociales insatisfechas” (léase escuelas infantiles, dependencia etc.) que sí son vitales y de necesaria ocupación, pero que no son viables de ningún modo sin una industria productiva y readaptada para el cumplimiento de todas las exigencias que la problemática ecológica y social necesitaría. El problema es que Taibo y demás seguidores de decrecimiento no sólo plantean eliminar prácticas como la explotación de minas a cielo abierto, o la industria nuclear, también la industria del automóvil, aviación etc., cualquier industria contaminante debe ser cerrada. Los trabajadores reubicados, esa es su última palabra.

La segunda crítica a este quinto punto ya la he expuesto antes. Es una vuelta al utopismo proudhoniano del pequeño taller, donde se produce lo justo y necesario… porque no se puede producir más. El desarrollo de esta ideología, este anarquismo recalcitrante que no tiene nada que ver con versiones más posteriores del pensamiento libertario, mucho más apegadas a una realidad compleja, se da en un momento en el que el capitalismo acaba de arrancar. Correctamente muchos de los teóricos de este pensamiento como Proudhon, ven el maquinismo como algo negativo y elemento desarrollador de la alienación que sufre el trabajador en su puesto de trabajo, transformado, como dirían Marx y Engels en El Manifiesto Comunista en un apéndice más de la máquina, inmersos únicamente en una actividad monótona y repetitiva que no da posibilidad de desarrollo personal de ningún tipo. Si estos primeros pensadores del socialismo utópico apreciaron esto, también lo es que erraron a la hora de proponer soluciones, también fruto del poco desarrollo del propio capitalismo. La vuelta a la sociedad gremial es su sueño, todo ello sin las contradicciones inherentes a ella, como si fuera fácil.

Una tercera crítica, más simple de lo que parece a primera vista, es lo que se podría denominar, el tercero en discordia o el capitalista dónde queda. La única mención que hace Taibo en este quinto punto sobre el capitalista viene a ser que “quienes más ganan verán reducidos sus ingresos”. Lo que el capitalismo nos ha enseñado en 200 años de existencia, es que cuando empiezan los procesos prerevolucionarios, o cuando estallan las propias revoluciones, la clase burguesa no se queda tranquilamente sentada a ver romper sus cristales, ni se echa hacia un lado para dejar pasar los nuevos vientos. Este es el sueño de los pacifistas más utópicos, este es el sueño de un pequeño sector (y cada vez más minoritario) del movimiento 15M. Las formas que tiene la clase burguesa dominante de combatir y frenar los procesos revolucionarios que superan las primeras barreras de cortafuegos de las burocracias y partidos, ya las hemos visto en otro post. En la entrada “tecnócratas”, hago un recorrido por los diferentes modelos que adopta el capitalismo para frenar las tentativas revolucionarias.

La cuarta crítica y última a este quinto punto es menos técnica. Decir que hay que cerrar las industrias y reubicar a sus trabajadores no se sabe muy bien dónde o cómo, hablar de vuelta al modelo gremial y a una actividad económica tradicional sólo puede salir de los despachos de profesores universitarios. No se entienda esto mal. La figura de los intelectuales es importante, pero cuando esta se separa del proceso diario real, se vuelve contrarrevolucionaria. Imaginar el mejor de los mundos, hacer ejercicios de ingeniería social creando construcciones al más puro estilo de Aldous Uxley o George Orwell, sólo puede ser fruto de cerebros de académicos. Para ellos es fácil decir, “vivid con menos” “ganad menos”, porque sentado delante de un escritorio absorto en desarrollar trabajos que poco tienen que ver con lo que a su alrededor sucede, no se sufre la alienación, ni el ataque sistemático ideologizante de la clase dominante.

El sexto punto de esas 10 ideas enumeradas por Taibo nos devuelve a la vieja pugna de “¿reforma o revolución?”.  Emplazar todas las exigencias (aun sin considerar su profundidad reaccionaria) al mundo real nos deja la idea de cómo conseguimos alcanzar eso. Está claro que como antes he explicado, obviar al capitalista, no hace que el capitalista desaparezca, sólo lo escondes para tu “realidad”, pero él va a seguir luchando. Eso nos devuelve a la problemática anterior de las formas que tiene la burguesía de parar la revolución social o cualquier acto de reforma social, caso ejemplo que sonará por siempre, el Chile de Allende. La cuestión de reforma o revolución es importante, y todas las ideas del decrecimiento tal como están expuestas, se ven más en aras de un anarquismo proeducativo kropotkiniano (a saber, la idea de que primero hay que educar a los hombres y cuando estén educados la gente entenderá las necesidades de deshacerse del capital y no habrá luchas ni violencia, ni revolución). Ahora bien, el ideal kropotkiniano de crear escuelas alrededor del mundo, libres de la dominación capitalista y donde poder enseñar los ideales de la paz y el apoyo mutuo entre todos los trabajadores, chocará más tarde o más temprano con los problemas que dé al sistema. Esto quiere decir que mientras estas escuelas no cuestionen de manera abierta al sistema capitalista (es decir, mientras no cuestionen el PODER), podrán crecer, financiarse con los fondos de sus miembros etc. El ejemplo más claro de esto es que el mayor número de anarquistas y marxistas (entrecomillados hasta límites insospechados) actualmente está en las universidades norteamericanas, donde se dedican a hacer profundos análisis de la situación, pero donde no cuestionan en ningún momento la realidad del sistema, ni ofrecen una alternativa a éste.

Los puntos 7, 8, 9 y 10, son una repetición en el caso del 7, algo más minuciosa del tema de la añoranza del sistema gremial y la sociedad feudal idealizada, es decir, sin sus contradicciones como el patriarcado o el florecimiento del libre mercado. En el caso del 8 es un acercamiento a los problemas de los países del Sur, donde se exalta por un lado que no se les puede pedir que no consuman cuando el norte ha estado haciéndolo salvajemente (y casi siempre explotando la mano de obra de estos países y sus recursos naturales), y por el otro, que si bien no se les puede pedir que no consuman, hay que ayudarles a mantener sus formas tradicionales, es decir, en la falsa idea de que el progreso tecnológico ha traído la desgracia al campo, tenemos que evitárselo y que sigan utilizando fórmulas productivamente muy atrasadas. El punto 9 no es de cierto interés, salvo para los que se interesan por la etimología de los conceptos. En él lo único destacable es que se presenta el decrecimiento como la alternativa a los neoliberales, a los keynesianos y a los marxistas productivistas. Como hemos ido viendo a la hora de desgranar los anteriores postulados, el decrecimiento es una alternativa, que tal como se plantea es ya de por sí caduca. Unida a ciertas teorías de los marxistas productivistas, y abandonando éstos el mito mileniarista, el decrecimiento cogería una óptica mucho más realista,  dejaría de ser una construcción utópica.

El punto 10 vincula el decrecimiento a las otras prácticas anticapitalistas de siempre, como si el decrecimiento fuera un agregado de importancia. En este punto estoy de acuerdo con Taibo, si no en la forma de decrecimiento, si en el papel que le otorga. El decrecimiento sólo es viable dentro de una alternativa mucho más elevada de transformación de la sociedad, no es una teoría suelta de por sí.

Sólo como ya he dicho, unido a las teorías del marxismo revolucionario el decrecimiento podría tener un papel en el desarrollo económico futuro, y de hecho lo tendrá. Atrás deben quedar las teorías del decrecimiento utópico. Debemos atender a la realidad existente, y no añorar realidades pasadas. Debemos pensar en las potencialidades actuales, que bajo el capitalismo son incapaces de desarrollarse. El ser humano es capaz de todo, incluso en un planeta finito. Lo que debemos es tener cuidado de cómo adelantamos la rueda de la historia, y abandonar en el museo de la historia al capitalismo de una vez por todas, y sobre todo atendiendo a que, como decía Sacristán, no hay libertad ni igualdad alguna que realizar sobre una Tierra convertida en un inmenso estercolero químico, farmacéutico y radiactivo.

LA EDUCACIÓN: UNA CUESTIÓN DE CLASE

Los ataques lanzados por el gobierno del Partido Popular contra la educación pública son la mayor ofensiva por el desmantelamiento completo de ésta que se ha dado en este país desde la destrucción de la red de escuelas que creó la república por parte del franquismo y la alta jerarquía de la Iglesia Católica española. El discurso general de “no podemos permitirnos algo para lo que no hay dinero”, ha servido como excusa para golpear con fuerza un pilar básico de los derechos de los trabajadores. La educación pública de la que hemos gozado, con sus deficiencias y limitaciones (siempre presupuestarias y a favor de la educación privada concertada), ha sido una conquista histórica de los trabajadores, no un regalo del mal llamado en muchas ocasiones, Estado del Bienestar. Se luchó durante mucho tiempo, a finales de los 70, toda la década de los 80, por una educación pública, gratuita, democrática, laica y de calidad, que dejó muchas lágrimas, sudor, sangre y rabia en el camino. Pero se consiguió, los trabajadores vieron con satisfacción como despegaba un sistema de educación público que permitiría a sus hijos mejorar sus condiciones de vida y, como se suele decir, vivir mejor que ellos. 

La educación, como la sanidad, como muchos otros servicios públicos, no son servicios gratuitos que el Estado da sin más al conjunto de la sociedad. No, frente a esta idea lanzada desde los voceros de la prensa neoliberal, que busca de manera frenética escusas para llevar a cabo planes de privatización de cualquier servicio que se le escape un mínimo, debemos explicar claramente de dónde sale el dinero que el Estado invierte en los servicios públicos. La educación, la sanidad, no son gratuitas, por el contrario, en el caso español salen muy caros a los trabajadores, porque salen de sus impuestos. El grueso de la recaudación del Estado español proviene de las rentas del trabajo, y es de estas rentas de donde se paga la educación pública. 

Aunque el lema de la marea verde, proceso social surgido al calor de las luchas contra el recorte de 3500 profesores interinos en la Comunidad de Madrid, y otras medidas que iban a degradar la calidad del servicio, aunque su lema sea “una escuela pública de todos y para todos”, esto no es cierto. La educación pública es la educación de los hijos de los trabajadores. Es la educación de los que no tienen más que sus manos para trabajar y generar una riqueza con la que mantener a su familia. Esta es una cuestión que hay que comprender. Por eso desde el Sindicato de Estudiantes, organización en la que milito orgullosamente, hemos defendido siempre nuestro claro mensaje de que defendemos a los hijos de los trabajadores. El hijo de la clase burguesa no tiene ningún problema si la educación pública se degrada y se convierte en un basurero social. No, sus padres tienen la suficiente capacidad adquisitiva para enviarlo a cualquier centro privado de élite, donde se imparta una educación de calidad. 

Es por ello que es al trabajador al que le interesa defender la escuela pública y sí, es nuestra, de los trabajadores, y para nosotros, los hijos de los trabajadores. Dejemos de amarillear el discurso con mensajes inclusivos, en tiempos de crisis, la verdad es concreta: el dinero permite al rico pagar la educación que quiera a sus hijos, al pobre el no tenerlo lo condena a no poder dar a sus hijos más que una formación precaria, y esperar que pueda salir pronto a un mercado laboral desregulado en el que será mano de obra fácil de explotar por poco dinero, perpetuando sistemáticamente así la división de la sociedad en clases.
La educación pública es la educación de la clase obrera, ganada al calor de las luchas, y por todo ello, la educación también, como todo en este mundo capitalista, es una cuestión de clase.


Ellos saben perfectamente que la educación es una cuestión de clase, y la desmantelan para el beneficio de la suya.

En la tienda de animales...

Hagamos un ejercicio simple de abstracción e imaginemos. ¿Qué y por qué debemos imaginar? Algunas veces las cosas más complejas pueden comprenderse si las despojas de sus elementos más complicados, si haces de ellos cosas simples que se puedan explicar más fácilmente. Pues bien, ¿qué debemos imaginar?


Pensemos que vamos andando por la calle. Somos un gran magnate del sistema bancario y poseemos muchas empresas. Tenemos pasta, como se suele decir. Entonces nos paramos ante una gran puerta sobre la que reza un letrero en el que se puede leer "PAJARERÍA". La puerta se abre despacio, y del interior salen los sonidos y el olor de los animales, lo que hace que el ambiente dentro de la tienda esté muy cargado. Pero bueno, nosotros debemos entrar en aquel sitio de aspecto lúgubre porque tenemos que comprar una jaula para nuestra pequeña mascota. Hemos probado a tenerla en libertad y la cosa dio como resultado la necesidad de cortinas nuevas en el salón. El dependiente, cuyo aspecto tétrico no desentona con la decoración del local, nos invita a pasar a otra sala, mucho más tranquila, en la que se apilan cientos de jaulas en diferentes estanterías. Nos dice que elijamos la que prefiramos, se la llevemos al mostrador y entonces se marcha dejándonos solos entre aquel maremágnum de hierros varios. 

Nos acercamos con cuidado a la primera de las estanterías y observamos que todas esas jaulas guardan un ligero parecido. Todas están oxidadas y un poco corroídas; todas tienen unas pequeñas cadenas ancladas a los barrotes y éstos quedan unos muy juntos de los otros, lo que no permite casi ver el interior, y viceversa, desde el interior no permite ver el exterior. Pero sobre todo, en lo que más se parecen estas jaulas es en su tamaño, pues todas son especialmente pequeñas. Nuestra mascota cabe sin ninguna duda en la jaula, pero digamos que nos gustaría evitar que en tal situación de encarcelamiento que parecería, nos lance un mordisco cuanto intentemos meter la mano para darle de comer. Así que tranquilamente caminamos al siguiente estante. 

Las jaulas de esta segunda estantería parecían más suntuosas que las de la primera, llenas de brillantes y demás piedras preciosas. Al mismo tiempo tenía muchos detallitos ridículos como cruces, medias lunas y estrellas de seis puntas. El esperpento de la pomposidad lo ponía el resistente cierre en forma de corona. Los barrotes estaban un poco más separados que en las jaulas anteriores pero seguían sin permitir ver bien el interior, y viceversa, al que queda dentro ver el exterior. Tampoco es que fueran mucho más grandes, lo suficiente para que nuestra mascota no quedase encogida pero no como para que se pudiese dar la vuelta. Sopesamos por un instante esta jaula, porque los pomposos adornos pueden gustar a nuestras visitas pero en el fondo éstos sólo cubren con un velo una jaula pequeña e incomoda que puede provocar el mordisco de nuestra mascota. 

Pasamos a la siguiente estantería y vemos cómo aquí todos los adornos han desaparecido, y en su lugar queda una jaula fría simple, que se muestra como lo que es, con los barrotes más separados y mucho más amplia que las de la primera estantería, y bastante más que las de la segunda. Parecía una jaula de hierro bien fuerte, resistente a los golpes. Pero seguimos observando el estante donde se encuentran los diferentes modelos de esta jaula y vemos que según avanzamos las jaulas van teniendo algún añadido más. Por ejemplo algunas tenían los barrotes más separados. Las siguientes junto a eso presentaban un comedero y un bebedero más grandes, y ya hacia el final las había con todos esos añadidos y más amplias, para culminar en una jaula de dos pisos, de la que cuelga un cartel que reza "jaula adosada".

Por alguna razón, ninguna de estas jaulas de barrotes relucientes y buena amplitud nos parece adecuada para nuestra mascota. Quizá es que al ver loso barrotes nos parecen jaulas demasiado descarnadas y frías, así que decidimos ir a  hablar con el dependiente a ver qué más tiene.

- Hola, mire usted, estaba yo buscando una jaula que no fuese tan... fría, una jaula en la que mi mascota no sintiese que está atrapada. 

El dependiente se da la vuelta delante de nosotros y desaparece por una puerta, para reaparecer casi al acto con una gran jaula de cristal reluciente y transparente. 

- Esta jaula es perfecta para usted entonces. - nos dice pausadamente el dependiente.

- Pues sí, la verdad es que sí ¿Qué modelo es?

- Esta jaula tiene un nombre largo y algo rimbombante, se llama "Jaula del Bienestar, de Derecho y Social".

- Bueno mire, me la quedo, es tan grande... y al ser de cristal mi mascota se verá como libre ¿no?

- Sí, pero no se olvide que por mucho cristal, que por mucho que pueda ver lo que hay a su alrededor, sigue siendo una jaula, y en una jaula estará encerrado.


PD: A día de hoy, pretenden volver a trasladarnos a una de esas viejas jaulas de hierro, porque mantener la jaula de cristal se ha vuelto algo muy caro.

Por qué el fomento del consumo no funciona ni funcionará


Como todos sabemos, desde el 2007 la economía de nuestro planeta está sacudida por la crisis más grande jamás vivida. El crack del 29, que tuvo dimensiones inmensas, parece quedar pequeño ante lo que se ve ya como el mayor cataclismo de la economía. Lo que empezó como una desaceleración económica, acabó siendo un estancamiento de la economía, para llegar a convertirse en una recesión y todo pronostica que dentro de poco, si no lo estamos ya, nos hundiremos en una fuerte depresión económica. 

Los mecanismos de internacionalización del capital, es decir, la mundialización o globalización, han producido el efecto de cadena que ha extendido la crisis de los países como Estados Unidos y algunos de Europa a todo el mundo. La compra de bonos basura de los bancos y entidades financieras norteamericanas, infectados por las subprimes, por parte de los bancos de todas las naciones del mundo, ha hecho que el desastre financiero explote mucho más rápido de lo que hubiera podido ocurrir sin una internacionalización tan amplia del capital. Pero la crisis financiera, al igual de la crisis de la deuda que tanto y tanto se habla, no aparecen de la nada, ni explican por sí mismas los sucesos que ocurren en la economía. 

Hace más de siglo y medio, Karl Marx explicó que las crisis del capitalismo son crisis de sobreproducción. Es decir, se produce una sobreabundancia que el mercado limitado, no es capaz de asimilar, la oferta excede a una demanda en retroceso. La mercancía, explicaba el alemán, tiene que completar su ciclo de transformación, es decir, transformarse en dinero y éste a su vez volverse a transformar en mercancía. Para concretar un poco, la mercancía necesita venderse. Si no se vende, no se transforma el dinero, por lo que el capitalista no obtiene ganancia, ganancia de la que salen los salarios de los trabajadores, el pago de las materias primas y de las maquinas y herramientas que intervienen en el proceso productivo, y la fundamental plusvalía, fuente de acumulación de riqueza del sistema capitalista. Aunque ya habrá más post sobre economía marxista teórica y aplicada, hay que explicar un poco más de este proceso para entender el por qué del título de esta entrada, y un poco más aún la situación de la economía actual. 

Cuando la mercancía no se transforma en dinero, cosa que ocurre a menudo, el sistema capitalista tiene una herramienta para “superar” momentáneamente esta situación. El crédito. Lo que se conoce como la expansión del crédito no es otra cosa que aumentar la oferta sin que la anterior mercancía haya terminado su ciclo y por lo tanto, su transformación. Sigue habiendo consumo, porque dentro del crédito concedido una parte va a pagar los salarios de los trabajadores, y por otra parte, el consumo se mantiene debido a los empleados del sector público. 

Pero la crisis actual ha generado una cierta desconfianza en los bancos –hecho que como todo en esta vida, explicaré en otro post sobre economía– y la concesión del crédito a empresas para que sigan produciendo, y a familias para que sigan consumiendo los productos de las empresas, se ha cortado en seco. Con ello podemos hacernos más o menos una visión de cómo está la cosa, y el por qué de la importancia del título de esta entrada, y de la receta acabada de todos los partidos: “vamos a fomentar y estimular el consumo”. 

¿De dónde sale el consumo? O más bien ¿qué es el consumo? Bueno, esto no parece muy difícil. El consumo consiste en demandar la oferta que produce el sistema, y pagar por ella con dinero. El consumo normal, sale principalmente de los bolsillos de los trabajadores, que así obtienen parte (mínima) del trabajo que han realizado. Ejemplo de esto, un trabajador de la fábrica de SEAT, como mucho se va a comprar un coche, y cada muchos años, mientras que producirá con su fuerza de trabajo, muchos más coches de los que podrán consumir en toda su vida él, y todos sus compañeros. El consumo de los productos es lo que en teoría produce la riqueza del capitalista. O al menos así debía ser en el capitalismo clásico y en el teórico. Lo cierto a día de hoy es que buena parte del dinero que ingresan empresarios e inversores, que suelen ser la misma persona, viene de la especulación financiera, de la fórmula mágica que todo capitalista lleva intentando reproducir desde hace años D = D. Dinero que produce más Dinero, sin tener que pasar por el proceso productivo. Pero eso es la economía financiera, que últimamente andaba algo despistada de lo que su compañera, la economía real, hacía en su particular crisis de sobreproducción. 

Volvamos al tema, el consumo. El consumo es necesario porque así se materializa la transformación de la mercancía en dinero, lo que permite al capitalista pagar los salarios (con los que los trabajadores siguen consumiendo y amplían su nivel de vida). Tenemos un problema cuando, como ha ocurrido en el último boom de la economía capitalista, el precio de vida de los trabajadores sube, la productividad de los mismos sube, pero sus salarios se estancan. Ese es por ejemplo, como señalaba Vicenç Navarro hace poco, el éxito arrollador de la economía alemana. 10 años sin tocar los salarios. Eso trae también un problema, porque todo esto hace que al no subir el nivel de ingresos, pero sí que suba el precio de los productos, las familias se vean obligadas a recurrir al crédito (es decir, a endeudarse). 

Este endeudamiento de las familias, mientras hubo un periodo de amplio crecimiento económico, no supuso realmente un problema para los partidos en el poder, que veían como la economía crecía y crecía gracias al ladrillazo. Para los capitalistas obviamente tampoco, que veían como sus ingresos crecían y crecían y se podían dedicar (aunque ahora también lo hacen sin muchos reparos) a especular. Sólo las familias veían con cierta preocupación que su salario era cada vez más pequeño, y la hipoteca cada vez más grande (hasta 50 años, hipotecado el padre, el hijo y espíritu san… digo el nieto). 

Y ¡¡BOOOOOOM!! o mejor dicho ¡¡CRACK!! La burbuja estalló, empezó la crisis y empezaron los despidos por lo que el consumo empezó a retraerse, la oferta supera a la demanda y ¡tachán! sobreproducción. Y ahora hay que estimular el consumo a toda costa, porque si algo es bien sabido, es que si la economía real no funciona, aquí no marcha nada. 

Ahora bien, el consumo se puede aumentar de dos formas. Y es en estas dos formas donde está el quid de nuestra querida cuestión, lo que da título a la entrada. La primera fórmula es subiendo los salarios. Si los salarios suben y por ende sube el poder adquisitivo de las familias, el consumo se reactiva. La teoría es perfecta y bonita, pero ¿de dónde sale la subida de los salarios? Obviamente del bolsillo del empresario de turno, que tiene dos opciones, la poco factible –por no decir irrealizable e irrisoria– de reducir sus beneficios y subir con ello los salarios, que teniendo en cuenta que el principal objetivo del capitalista es amplificar beneficios todo lo que pueda, no parece, como ya he dicho factible. O, la otra opción es reducir la inversión en pos de incrementar el salario, con lo que entramos en una espiral de pescadilla que se muerde la cola, ya que si se reduce la inversión se crean menos puestos de trabajo, e incluso se destruyen más, por lo que tenemos que hay una reducción al final de la demanda, y por tanto del consumo. 

Es decir, el sector privado no va a incrementar los salarios, en todo caso va a aceptar eso que el BCE acordó con España por la compra de deuda, microtrabajos. Que traen consigo microsalarios, que van a ir destinados en la mayoría de los hogares a pagar una macrodeuda. Por lo que si por un lado hay microsalario, y por el otro hay macrodeuda, lo que queda en medio es un estancamiento, cuando no retraimiento, del consumo. 

Algunos economistas afines a la socialdemocracia clásica, con los que un servidor comparte algún que otro punto de vista, y que suelen acertar en sus análisis, fallan estrepitosamente en este del consumo. Innegable es la necesidad de que haya consumo en una economía, y más en una economía de mercado que basa su desarrollo en él. Pero los postulados de estos economistas y politólogos como es el caso de Vicenç Navarro o Alberto Garzón asumen que una inversión del sector público, es decir, del Estado, en obra pública (que fomenta el empleo) o en subir el salario de los funcionarios (que estimula la demanda y consumo por parte de este sector) traerá un resurgir del consumo, y por tanto una reactivación del consumo. Se basan para alegar esto en las políticas del New Deal de Roosvelt, en el keynesianismo, pero se olvidan con bastante frecuencia de un par de hechos que merece la pena recordar. El primero, es que el New Deal que empieza a aplicarse en 1933, no logra reactivar una economía decrépita como la estadounidense, que en 1937 vuelve a entrar en crisis. Y segundo, si el keynesianismo triunfó después de la Segunda Guerra Mundial fue precisamente gracias a las consecuencias que ésta dejó como herencia a las sociedades europeas. La fuerte destrucción del continente europeo, el desarrollo de una industria fuerte en EEUU, claro vencedor de la Segunda Guerra Mundial, en definitiva, la destrucción sin igual de fuerzas productivas de una forma jamás antes vista y la posición hegemónica de una potencia que ya tenía industria para producir, y un solar donde colocar el producto. Lo que Marx explicó. 

En definitiva, el Estado tiene una forma de aumentar la inversión pública para “reactivar” la economía. Hacer una inversión directa, lo que equivale a aumentar la deuda pública, que es contra lo que se lucha fervientemente. Hay que recordar que esta deuda pública, es de tamaña dimensión precisamente por la ayuda que aportó el Estado a los bancos hace ya un par de años. Para ser exactos el 15% del PIB de este país, unos 150.000 millones de euros. Para evitar un endeudamiento mayor, ¿qué hacer? El problema de este país también reside en que los ingresos del Estado provienen en su mayoría de las rentas del trabajo, y no de las del capital. En cristiano equivale a decir que aquí paga Manuel el de la fábrica de coches, y Amancio Ortega se lleva la subvención y se libra de pagar impuestos. La solución que prevén profesores como Navarro, es aumentar los impuestos sobre las rentas del capital y crear así un Estado redistributivo. Ese es el utopismo del reformismo. Cuando a los capitalistas les va bien, no les importa demasiado ceder un poco de su cuota de beneficios para incrementar los derechos y prestaciones sociales etc., pero si hay periodo de crisis, pensar que los empresarios van a aceptar que se esquilme sus beneficios, es utópico. Los defenderán con uñas y dientes, como ha ocurrido en Grecia o en Italia, donde la democracia ya se ha suspendido si no formalmente, si de manera efectiva. 

La solución a esto, obviamente hay que reactivar el consumo, pero las alternativas que se proponen para ello no funcionan ni funcionarán. La solución que ve un marxista es la necesaria nacionalización de empresas clave en sectores como telecomunicaciones, energía o transporte, poniéndolas al servicio de la sociedad bajo control democrático de los trabajadores. Eso si reactivaría la economía. Pero como todo, ya se explicará en otro post. Salud y como siempre, nos vemos en las calles.
 

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